martes, 16 de junio de 2015

El mapa debe rehacerse

Por: Guillermo Rothschuh Villanueva



•    Urge rehacer el mapa del llamado Nuevo Periodismo. Un mapa que recupere nombres de cronistas de diversas partes del mundo, estableciendo con claridad que el nacimiento y desarrollo de la crónica moderna ocurrió a la vez en distintos países.

… la historia de la crónicaes la historia de la memoria. Jorge Carrión

La venezolana Susana Rotker con abundantes pruebas afirma que las raíces de la crónica moderna se deben a José Martí, Rubén Darío y Manuel Gutiérrez Nájera. Su tesis conduce a resituar el mapa de la crónica latinoamericana y mundial. La exprofesora de la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) dejó constancia de su aseveración en La invención de la crónica (Fondo de Cultura Económica, 2005), texto póstumo editado por su esposo Tomás Eloy Martínez. Este dato obliga a revisar el mapa donde se asienta en alto relieve que sus fundadores inmediatos fueron los miembros del denominado Nuevo Periodismo, integrado por los estadounidenses Truman Capote, Tom Wolfe, Norman Mailer y Guy Talase entre otros. Una verdad a medias tomada por muchos como verdad absoluta, ahora sujeta a nuevas valoraciones y revaloraciones. Nuevos estudios demuestran que en distintas partes del globo ocurrió un fenómeno similar con la diferencia que los estadounidenses supieron irradiar su influencia hacia otras latitudes. El alcance y fruición con que se consumen sus medios facilitó enormemente su reconocimiento fuera de Estados Unidos.Una de las aseveraciones rotundas de la exprofesora de literatura latinoamericana y directora del Rutgers Center for Hemispheric Studies, en Nueva Jersey, consiste en liberarnos del equívoco de trazar una línea divisoria entre periodismo y ficción. En iguales términos se había expresado la española Rosa Montero en La loca de la casa, (2003). Una revisión de los mojones que delimitan el mapa del denominado New Journalism permite corroborar que uno de los primeros portentos en levantar su propia tienda dentro de este espacio controversial fue el colombiano Gabriel García Márquez. Exaltamos sus crónicas como un dechado de escritura pero poco nos aventuramos a decir que el creador del reino de Macondo también fue uno de los precursores de esa nueva forma de expresión denominada como Nuevo Periodismo. ¿Por qué tememos? ¿A qué obedece esta negligencia en esta parte del mundo? Gabo empezó a ser reconocido como periodista inaugural de esta una nueva manera de hacer periodismo. Algunos incluso lo hacen con cierto regateo. Lo sitúan en primera fila, pero no como verdadero pionero del Nuevo Periodismo.
El texto de Tom Wolfe sobre el Nuevo Periodismo se ha convertido en imprescindible para apreciar en su justa dimensión a buena parte de los forjadores de esa nueva modalidad de escritura que conquistó para siempre el gusto de los estadounidenses e incluso más allá de sus fronteras. Las transformaciones que introdujeron en el arte de escribir siguen cautivando. Con esa propensión que tienen muchos estadounidenses de creerse el ombligo del mundo, el problema radica que autores provenientes de otras latitudes no tienen cabida en el mapa delineado por Wolfe. No hay duda que debemos festejar el nacimiento de esa nueva grafía al presentar los hechos y de bucear en otros ámbitos en lo que hasta entonces era pan de todos los días en las anchurosas ciudades del periodismo. Los iluminados fijaron nuevas rutas y emprendieron la conquista de nuevos territorios. Una travesía valiosa; para deleitarnos introdujeron otra visión de mayores alcances. Sin ocultar jamás –en un cambio de manos- que las herramientas y muchos de sus recursos estilísticos provenían del campo de la novela. Técnicas que supieron aprovechar exitosamente.
Nadie puede regatear ni ensombrecer lo provechoso que era y sigue siendo hacer retratos de personas anodinas o encumbradas y relatar historias como lo hicieron los miembros del Club Nuevo Periodismo. Seguro de que la novedad era un producto genuinamente estadounidense Wolfe ni siquiera llegó a pensar que mucho antes que él se convirtiese en cronista oficioso de esta nueva forma de expresión, en América Latina ya la habían practicado Martí, Darío y Gutiérrez Nájera. Una constante entre numerosos estudiosos de Estados Unidos consiste en pasar por alto y en muchas ocasiones obviar otras regiones del mundo a la hora de pasar revista de descubrimientos y realizaciones acontecidas fuera de sus límites geográficos. Una rápida mirada en el Museo de los Media en Washington permite comprobar que en el santuario levantado para rendir culto a medios y periodistas, el balance favorece y gira en torno a su propio entorno. Con un sesgo inocultable. Para ellos la historia central del periodismo ocurre en casa. Sin lugar a dudas sus aportes al periodismo mundial son innegables y lo siguen siendo. Como advierte Jorge Carrión: “Pese a su formulación europea, el periodismo moderno tuvo siempre vocación americana”. (Mejor que ficción. Crónicas ejemplares; Anagrama, Barcelona, 2012).
Wolfe exalta un hecho que a su juicio piensa que solo se ha dado con fuerza dentro de su país. Ni siquiera se planteó un trazado geográfico más amplio. Para cuando escribió su libro numerosos autores habían espigado con éxito lo que en Estados  Unidos llamaron como Nuevo Periodismo. Especialmente el polaco Ryszard Kapuscinski. La obra periodística Kapuscinski demuestra hasta la saciedad un ejercicio de la profesión con sobrado dominio poético y literario. Para mostrar la belleza de su escritura y su capacidad investigativa, siempre fue hasta las profundidades de los acontecimientos; basta mencionar Cristo con un fusil al hombro. El desplazamiento de Kapuscinski por países y continentes –a riesgo de su propia vida- y la manera preciosista que hilvana y construye sus relatos resultan razones suficientes para destacar su importancia. No obstante estos merecimientos Wolfe solo tuvo ojos para mirar dentro de su amplia geografía. Se vuelve necesario juntar los vigores dispersos. Algunos estudiosos españoles y de América Latina han emprendido a esta tarea. Una mirada que nos presente un universo mayor a tono con el desarrollo de la crónica. Solo de esta forma resultará posible ofrecer un estudio completo, fiel al despliegue mundial de la crónica.
En cuanto al latinoamericano García Márquez basta El relato de un náufrago (1970), para percatarnos que el inicio de esa otra forma de escritura llamada Nuevo Periodismo está situado en estas tierras del olvido. Muchísimo antes que Truman Capote y Guy Talase sedujesen a los estadounidenses con A sangre fría (1966) y El rey y el poder (1969) el colombiano ya había causado revuelo entre sus pares al publicar las desventuras del miembro de la armada colombiana Luis Alejandro Velasco. Sobreviviente del destructor Caldas el joven Velasco relató las angustias que vivió a partir del 28 de febrero de 1955 al joven redactor de El Espectador de Bogotá. En el relato despliega su estilo inconfundible el colombiano. Sobresale su obsesivo manejo de la hipérbole. A partir de ese momento García Márquez daba un giro de ciento ochenta grados al periodismo latinoamericano y empezaba a caminar por las avenidas del periodismo mundial. Sentaba las bases de una nueva forma de hacer periodismo. Igualaba o sobrepasaba a sus pares. Este mismo fenómeno se repetía en diversos lugares. Ocurría en España, Polonia, México, Estados Unidos y América del Sur.
No fue por una simple gratuidad que García Márquez, en vez de fundar un cenáculo literario, creara y llamara a la organización nacida de su inspiración Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano. Estaba consciente que se lo reconocieran o no él pertenecía a esa corriente embriagadora que abrió de par en par las puertas de una nueva manera de hacer periodismo. García Márquez es uno de los pocos autores que se vale de su propia obra periodística como punto de partida para la creación de sus obras de ficción. Muchos novelistas hacen el recorrido a la inversa. En el plano casero Sergio Ramírez no se cansa de repetir que uno de sus abrevaderos predilectos son las notas rojas aparecidas en los medios de comunicación. El reino animal (2006) y Flores oscuras (2013) tienen su origen en este mundo escabroso. Sabe sacar provecho a lo que otros plantean. Un recurso del que echan mano numerosos escritores. Un aporte de los entusiastas del Nuevo Periodismo fue enseñar a los novelistas a utilizar en sus ficciones nombres de personas existentes. Una tendencia dominante consiste en incluir en sus creaciones, acontecimientos reales ocurridos en sus respectivas sociedades.
Donde podemos apreciar a García Márquez en todo su esplendor viene a ser en la conjunción y mutación de tres obras distintas. La vida feliz, de Margarito Duarte primero fue una nota de prensa (Octubre-1980), luego la transmutó en un cuento bajo el nombre de Santa (Diciembre-1981) y la incluyó en Los doce cuentos peregrinos (1992) para después convertirla en una novela, Del amor y otros demonios(1994). Tres obras diferentes y un solo autor verdadero. Muy pocos creadores se han dado este lujo. Una lectura somera de su obra periodística sirve como prueba irrefutable para saber que estamos ante un hombre que tenía conciencia de navegar con soltura entre ambos océanos. En su breve homenaje a Hemingway -con plena convicción- asegura que se encontraba “divido entre sus dos oficios rivales”. Entre el periodista que jamás dejó de ser y el novelista que siempre fue. A eso se debe que Hemingway fuese uno de los escritores más apreciados e influyentes en el conjunto de su obra narrativa. Para ser exactos fue su Maestro. Admiraba la manera que el escritor estadounidense se desplazaba a sus anchas sobre el universo encantado del periodismo y la literatura.
No se trata únicamente de reconocer las virtudes de los grandes cronistas, ni honrar los aportes de los grandes escritores modernistas. Más bien deseo recuperar la magistral anticipación de Gabo partiendo de la premisa que la historia de la crónica es la historia de la memoria, como recuerda Jorge Carrión. El español reconoce que Gabo en el Relato de un náufrago, se convierte en un adelantado para luego dar traspiés. Al valorar los aportes del colombiano aduce razones de una fruslería espantosa rebajando esta condición. Afirma que en el Relato de un náufrago “…ni siquiera existe la voz explícita de García Márquez y no apareció en libro, y firmado por él” sino hasta 1970. Concluye que el relato carece de dos características fundamentales del New Journalism. La conciencia de autoría y la existencia de un programa estético respaldado por la industria. La falta de estos dos aspectos afecta a su juicio la precocidad de Gabo. Yo no lo creo así. Su condición de pionero no está sujeta a discusión. La controversia proviene en no registrar que García Márquez antecedió a los miembros del Nuevo Periodismo. Al menos Carrión reconoce a Gabo este mérito aunque con las objeciones señaladas.
Carrión aduce de manera categórica, que los escritores del boom apostaron su carta ganadora a la novela de ficción, por lo que la non fiction novel terminó convirtiéndose en un producto genuinamente estadounidense. Aseveración que falsea la historia. García Márquez jamás desertó del periodismo. Fue una de las dos grandes pasiones que consumieron su vida. La redondez de la tesis de Carrión indica que desconoce el itinerario periodístico de Gabo. Para la elaboración del prólogo de su libro Carrión no tomó en consideración Noticia de un secuestro (1995), crónica escrita en plena madurez intelectual del colombiano. En la bibliografía consultada no figura esta obra. Si la argumentación del español fuese válida entraría en contradicción con sus propios predicados. Al reconocer los aportes de los escritores modernistas como predecesores de la crónica contemporánea, Carrión debió recordar que muchísimos de sus logros no aparecieron en libros. Su afirmación que el fenómeno estadounidense ha sido sólido y persistente resulta indiscutible. Son el espejo donde se ven millares de periodistas de todo el orbe.
Con estos adelantos urge rehacer el mapa del llamado Nuevo Periodismo. Un mapa que recupere nombres de cronistas de diversas partes del mundo, estableciendo con claridad que el nacimiento y desarrollo de la crónica moderna ocurrió a la vez en distintos países. Las omisiones –deliberadas o no- terminan desmeritando el esfuerzo y valía de los estudiosos del tema. No obstante Carrión incluye en su libro un diccionario abreviado de los cronistas hispanoamericanos. La autoría se debe a María Angulo, Jorge Carrión, Marco A. Cervantes y Diajanida Hernández. Una puerta abierta para quienes desean tener una visión amplia de cronistas y antologías provenientes de América Latina y España. En Nicaragua un conjunto de periodistas (José Adán Silva, Octavio Enríquez, Ismael López Ocampo, Amalia Morales, Carlos Salinas, Matilde Córdoba, Arlen Cerda, Amalia del Cid, Orlando Valenzuela, etc.) sigue mostrando una arraigada pasión por la crónica. En sus manos está seguir seduciendo a los lectores y continuar situando a nuestro país dentro del mapa de la crónica centroamericana y mundial. ¡Son los adelantados del presente!Librería VirtualFuente: confidencial.com.ni / Nicaragua /

http://fondodeculturaeconomica.com/Editorial/Prensa/Detalle.aspx?seccion=Detalle&id_desplegado=71422#.



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